movilidad

Trastornos del movimiento y conducción

Conducir es una actividad compleja que requiere de los sistemas motor, cognitivo, visual y auditivo si no óptimos, al menos, razonablemente conservados. Para ser un conductor eficiente es necesario tener automatizadas las maniobras básicas de la conducción mecánica del vehículo. Así mismo, hay que ser capaz de analizar continuamente los estímulos (visuales, auditivos, somatosensoriales, vestibulares) y determinar cuál de todos es relevante para, procesando la información, emitir una respuesta física que permita optimizar la conducción, adaptándola al entorno cambiante y mortificándola si la monitorización que el mismo individuo realiza así lo requiere. Todo ello con el fin de poder llegar al destino, cuya ruta se ha planificado previamente y que hay que revisar continuamente a lo largo de todo el recorrido.
Algunos puntos del Reglamento General de conductores competen directamente a aspectos que se valoran en consulta de Neurología cuando se explicita que las pruebas de conducción y aptitud psíquico física deben mostrar que el conductor puede:

  1. Manejar adecuadamente el vehículo y sus mandos para no comprometer la seguridad vial y conseguir una utilización responsable del vehículo.
  2. Dominar el vehículo con el fin de no crear situaciones peligrosas y reaccionar de forma apropiada cuando éstas se presenten.
  3. Discernir los peligros originados por la circulación y valorar su gravedad.
  4. Tener en cuenta todos los factores que afectan al comportamiento de los conductores con el fin de conservar en todo momento la utilización plena de las aptitudes y capacidades necesarias para conducir con seguridad.

Y en lo que a trastornos del movimiento concierne, el punto 9.1 de dicho reglamento parece redactado específicamente para este capítulo:

Criterios de aptitud para obtener o prorrogar permiso o licencia de conducción ordinarios, Enfermedades encefálicas, medulares y del sistema nervioso periférico: no deben existir enfermedades del sistema nervioso central o periférico que produzcan pérdida o disminución grave de las funciones motoras, sensoriales o de coordinación, episodios sincopales, temblores de grandes oscilaciones, espasmos que produzcan movimientos amplios de cabeza, tronco o miembros, ni temblores o espasmos que incidan involuntariamente en el control del vehículo.

La evaluación en consulta de la capacidad para la conducción dista de ser precisa, y hasta un 35% de los pacientes de Parkinson que se considera que son aptos para conducir pueden suspender un test de conducción real. No obstante, el que la cifra de pacientes no aptos para conducción sea realmente mayor de lo previsto tampoco justifica que se produzca una restricción sistemática de la conducción sin valoración previa. Hay muchos pacientes que pueden seguir conduciendo incluso a pesar de la pérdida de habilidades. Al igual que en los ancianos sanos se produce una autorregulación en los hábitos de conducción, los enfermos de Parkinson pueden modificar sus hábitos de conducción para seguir siendo seguros.